Un día en la vida de Melibea.
Con mucho honor hemos pasados un día con la hermosa y brillante Melibea.
Como cada mañana, hemos podido experimentar con ella que sus ojos comienzan a abrirse a la salida del alba. Se levanta de su cama con sus sábanas de seda. Radiante pone su rostro frente el espejo, cuidadosamente se coloca un collar que la noche anterior guarda en un pequeño arca. Cuando baja de su habitación que es la número ocho, ya se encuentra con el desayuno servido. Un vaso de leche para empezar la mañana y un trozo de pan para calmar su apetito.
Sin pensarlo una vez, encarga a sus criadas las tareas que quiere que realicen en lo largo de ese día. Revisa su atareada y apretada agenda por si su memoria le ha traicionado y no le ha recordado alguna cita pendiente. Como cada día a las 12 de la mañana, le traen el periódico. A Melibea le encanta estar enterada de todo lo sucedido en el pueblo, quiere tener el control de cada uno de sus paisanos.
Tras su almuerzo, sale a contemplar con alegría el paisaje que le rodea y hace alguna visita inesperada a sus familiares o conocidos. Hasta el atardecer. Cuando el sol va desapareciendo y la oscura noche se va acercando vuelve a su casa esperando a que la noche se camufle y vuelva a salir el sol para volver a la rutina diaria.
Una vida activa, poco aburrida es la que hemos podido vivir con la real y dulce Melibea.