Venta De Inmuebles
Venta De Inmuebles
Venta de inmuebles
En los últimos años, la venta de inmuebles se ha visto reducida a consecuencia de la crisis económica mundial. El continuo crecimiento del mercado inmobiliario que tuvo lugar a finales de los años noventa y durante los seis primeros años del 2000, propiciaron un ascenso espectacular en el precio del suelo y, en consecuencia, en el precio final de los pisos ya construidos.
De pronto, pisos de tan solo sesenta metros cuadrados tenían un precio desorbitado de más de cuarenta millones de las antiguas pesetas. Los bancos concedieron hipotecas por estos importes y más elevados (en el pack del piso se incluía también la compra de los muebles, el coche, etc.), a devolver en cuarenta y cincuenta años, y sin mirar a quien se concedían. Los nuevos propietarios se limitaban a firmar sus hipotecas sin leer la letra pequeña y a ser felices con sus nuevas adquisiciones.
Sin embargo, a partir de 2008 todo dio un espectacular vuelco: los bancos cerraron el grifo de los créditos; los constructores no podían seguir construyendo pisos porque ya no tenían crédito por parte de los bancos – consecuencia: todos los trabajadores del sector de la construcción se quedaron sin trabajo. Estos desempleados, al disminuir su poder adquisitivo, dejaron de consumir – más trabajadores despedidos del sector servicios, más desempleo y consumo reducido a cenizas.
Los gobiernos mundiales pensaron en ese momento que lo mejor sería rescatar a los bancos – el crédito volvería a fluir y regresaría el consumo, dado que los bancos habían sido rescatados con dinero público. Pero los bancos no han restituido los créditos al consumo, en gran parte porque una buena parte de la población activa sigue sin empleo y sin garantías de estabilidad monetaria. Eso sí, ese dinero público usado para el rescate de los bancos, lo están pagando los ciudadanos día a día sin recibir nada a cambio – al contrario, los recortes por parte de la administración en materia de salud y educación son flagrantes y los sueldos son cada vez más bajos, aún trabajando el mismo número de horas que antes.
¿Luz al final del túnel?
Durante estos últimos meses, parece que la situación se va reconduciendo poco a poco. Las estadísticas demuestran, por ejemplo, que las ventas de automóviles han aumentado considerablemente (lo cual ya es un signo positivo). De la misma manera, cabe esperar que el mercado inmobiliario también se reactive.
No obstante, lo que está claro, es que los precios ya no serán ni deben ser los que se pagaban hace diez años. Aquellas constructoras o agencias inmobiliarias que han sobrevivido a todo este terremoto, se pueden dar por más que satisfechas, y deben ser ellas las que deben garantizar que los precios se mantengan estables a partir de ahora. Y aunque la venta inmuebles se ha reducido considerablemente, cabe tener muy en cuenta el mercado de alquiler, que se ha nutrido de todas aquellas propiedades adquiridas durante el boom inmobiliario y que sus propietarios no han tenido más remedio que alquilarlas a precios económicos para poder sacar partido a su inversión.
De pronto, pisos de tan solo sesenta metros cuadrados tenían un precio desorbitado de más de cuarenta millones de las antiguas pesetas. Los bancos concedieron hipotecas por estos importes y más elevados (en el pack del piso se incluía también la compra de los muebles, el coche, etc.), a devolver en cuarenta y cincuenta años, y sin mirar a quien se concedían. Los nuevos propietarios se limitaban a firmar sus hipotecas sin leer la letra pequeña y a ser felices con sus nuevas adquisiciones.
Sin embargo, a partir de 2008 todo dio un espectacular vuelco: los bancos cerraron el grifo de los créditos; los constructores no podían seguir construyendo pisos porque ya no tenían crédito por parte de los bancos – consecuencia: todos los trabajadores del sector de la construcción se quedaron sin trabajo. Estos desempleados, al disminuir su poder adquisitivo, dejaron de consumir – más trabajadores despedidos del sector servicios, más desempleo y consumo reducido a cenizas.
Los gobiernos mundiales pensaron en ese momento que lo mejor sería rescatar a los bancos – el crédito volvería a fluir y regresaría el consumo, dado que los bancos habían sido rescatados con dinero público. Pero los bancos no han restituido los créditos al consumo, en gran parte porque una buena parte de la población activa sigue sin empleo y sin garantías de estabilidad monetaria. Eso sí, ese dinero público usado para el rescate de los bancos, lo están pagando los ciudadanos día a día sin recibir nada a cambio – al contrario, los recortes por parte de la administración en materia de salud y educación son flagrantes y los sueldos son cada vez más bajos, aún trabajando el mismo número de horas que antes.
¿Luz al final del túnel?
Durante estos últimos meses, parece que la situación se va reconduciendo poco a poco. Las estadísticas demuestran, por ejemplo, que las ventas de automóviles han aumentado considerablemente (lo cual ya es un signo positivo). De la misma manera, cabe esperar que el mercado inmobiliario también se reactive.
No obstante, lo que está claro, es que los precios ya no serán ni deben ser los que se pagaban hace diez años. Aquellas constructoras o agencias inmobiliarias que han sobrevivido a todo este terremoto, se pueden dar por más que satisfechas, y deben ser ellas las que deben garantizar que los precios se mantengan estables a partir de ahora. Y aunque la venta inmuebles se ha reducido considerablemente, cabe tener muy en cuenta el mercado de alquiler, que se ha nutrido de todas aquellas propiedades adquiridas durante el boom inmobiliario y que sus propietarios no han tenido más remedio que alquilarlas a precios económicos para poder sacar partido a su inversión.