Un día con Melibea
Una chica acomodada y poco convencional para su época
Comenzamos el día.
Nos levantamos junto a la muchacha cuando el sol ya ha salido, a las 10 aproximadamente. Melibea se sienta y comienza a cepillar su largo cabello rubio. Una vez desenredado, nos dirigimos al comedor. Donde su padre y su madre la están esperando para tomar la primera comida del día. Esperamos en la puerta porque sus padres están hablando de ella, hablan de casarla. Pero ella nos cuenta que ama a Calisto y que prefiere ser una buena amante que una mala esposa. Entramos en la habitación y les interrumpimos.
No es un desayuno, como nosotros esperábamos. Consiste en solo leche, ya que en la
Edad Media el almuerzo es al medio día y no desayunan. Melibea se retira a su aposento para vestirse, Lucrecia (su fiel criada) llega y partimos hacia el huerto. Allí, Lucrecia junto a otros criados comienza a cuidar del huerto y Melibea se sienta en un banco.
El almuerzo
-¿Qué ha ocurrido?
-Otra vez el joven del huerto, Calisto.
-Templa.- le calmó Lucrecia.
Nos cuenta todo lo que ha pasado y lo que Celestina le ha dicho.
La tarde
M: No puede ser, no puedo amar a ese rufían.
E: ¿Por qué estáis tan convencida?
M: Porque yo no soy así.
E: ¿Así?
M: Soy una chica inocente y prudente.
E: ¿Cuándo empezasteis a encontraros mal?
M: Al poco tiempo de haber visto a Calisto.
E: ¿ Qué es lo que sentíais?
M: Una sensación extraña en el estómago.
E: A eso se le llama mariposas en el estómago.
M: Polillas, querréis decir.
E: Meditad lo que le habéis dicho Celestina.
M: No me gustaría seguir, con esta entrevista. No creo que sea menester.
E: Retiraos si así lo deseáis.
Observamos como Melibea se dirige al aposento de su padre, seguramente a contarle sus confidencias. La chica, tenía más confianza con su padre que su madre. Les dejamos con este gráfico: