Mi elección de ser docente
Angeles Celeste Rocha Ortiz
Eran los primeros días de clase en la Normal, y una maestra nos hizo este cuestionamiento, nos pidió que contáramos las razones para haber elegido ser docentes y no otra profesión, como abogadas, arquitectas, enfermeras, etc.
Parecía fácil al principio, después me llamó la atención que nuestras respuestas se asemejaban, además de que la profesora comentó al terminar el ejercicio: “Deberían de escribir o grabarse con lo que piensan ahora, les aseguro que terminando el semestre habrá cambiado su opinión”
Ahora hablar de ello es completamente diferente, y explicar de mi elección para convertirme en docente conlleva hablar de un proceso interminable que inició mucho antes de decidir ingresar a la Normal, sin siquiera percatarme, o más bien, sin ponerle demasiada atención, pues ahora estoy convencida de que, cada experiencia que marcó mi vida contribuyó a que me inclinara por dicha profesión.
Para explicar esto, la primera imagen que evoca mi memoria soy yo, cuando tenía unos 4 o 5 años.
Hubo un periodo, en el que por algunas cuestiones no asistía de manera regular al preescolar y acompañaba a mi mamá toda su jornada escolar, pues ella es profesora de nivel primaria.
Estuve inmersa en un ambiente institucional, me relacionaba con sus alumnos, oía sus comentarios, convivía con los demás profesores, veía sus proyectos y trabajos que realizaban y por lo mismo, quería participar en sus actividades.
Recuerdo muy bien que a esta edad tenia demasiadas ganas de aprender a leer, pues al ver el pizarrón o los letreros me frustraba no entender lo que decían; afortunadamente en ese mismo año me inscribieron de nuevo al preescolar y aprendí muy rápido, cuando entre a la primaria ya sabía leer y escribir.
Me gustaba ir a la escuela, pero cuando estaba en primer grado surgió un poco de rechazo y aburrimiento a las clases pues mi maestra trabajaba con todos a un mismo ritmo, ignorando lo que yo había aprendido en el preescolar.
Supongo que como niña, en ese entonces, hallé una solución para no aburrirme en clases, es algo que ahora comentan mis papás y mi abuelita, algo que constatan y que no solamente es algún recuerdo mío: Yo tenía una niñera que nos cuidaba a mis hermanos y a mí, ella era una persona humilde que no había terminado la primaria, por lo que tenía vagas nociones sobre leer y escribir.
Entonces yo le traté de enseñar lo mismo que aprendía en primer grado, recuerdo que hacíamos la tarea juntas, que empecé a poner más atención en clase, en la forma en que mi maestra explicaba y así trataba de reproducir sus mismas palabras para transmitírselo a mi niñera. Tiempo después, ella aprendió a leer.
Es algo que ahora analizo como adulta y entiendo que mi necesidad era que ella aprendiera a leer más por el gusto de que lo hiciéramos juntas que por otra cosa, al mismo tiempo, quedó una duda en mí, en cuanto a la dificultad de enseñar algo a alguien, fue algo que analice tiempo después pues no entendía como yo, sabiendo algo y pudiéndolo hacer con facilidad se me complicaba a la hora de explicarlo.
Reconociendo que ser docente no era fácil, aprendí a valorar y admirar a los maestros, empezando por los más cercanos a mí; mis papás, mi abuelita, mis tías. Siempre los vi como figuras de autoridad que lo sabían todo y que sabían superar ese reto de enseñar algo nuevo.
Un ejemplo de ello, es cuando visité por primera vez la universidad donde mi papá daba clase, fue cuando tenía unos 9 años, me encantaba oír su voz dando clase, siempre lo admire y me sorprendía que sin saber nada del curso que estaba impartiendo, yo le entendía, él es un excelente profesor y lo supe desde siempre, es como un modelo a seguir.
Otro recuerdo respecto al proceso de elección docente, fue caundo tenía unos 10 u 11 años y precisamente hubo un lapso de tiempo en el cual mi maestra titular faltaba demasiado por situaciones personales, evidentemente me quedaba con mi mamá en su salón de clases y ahí obtuve una experiencia única, yo podría llamarla como mi primera intervención, mi primer avistamiento a la realidad docente.
En ese entonces mi mamá tenia primer grado, y yo le pedía que me dejara hacerles los dictados a sus alumnos. Me proporcionó bastante libertad y dejaba que me desenvolviera con el grupo, los niños me querían y me buscaban, incluso leíamos los cuentos de la biblioteca durante la hora de receso. Nuevamente estaba esa duda en mí, enseñar era algo complejo que yo solo dejaba a las mentes más preparadas. Me fascinaba ver el exceso de material que había en los salones de preescolar, veía montones de cosas con los que imaginaba miles de ideas creativas, me preguntaba que seguía después de eso, como es que con esas cosas simples y divertidas cumplían un propósito de la enseñanza.
Me maravillaba con sus planeaciones de mi mamá y de mi tía (ella laboraba en preescolar), esta tarea parecía simple pero realmente había todo un arte detrás de ello.
Seguía interviniendo en sus clases con regularidad, me encantaba aquello, era divertido y aprendí demasiado además de obtener seguridad para hablar en público.
Debo decir que mi intervención con sus alumnos no término allí, a pesar de que en los siguientes grados mis clases ya eran normales, recuerdo que mantuve contacto con sus alumnos, les decoraba lápices y se los regalaba, les dibujaba en el pizarrón y de vez en cuando los visitaba.
En ese entonces surgió mi amor por la docencia, yo quería ser maestra. No una maestra cualquiera, quería ser una maestra creativa que innovara en sus clases, que fuera querida y recordada por causar un impacto positivo reflejado en aprendizaje, yo quería convertirme en una buena docente.
Sin embargo, cuando entré a la secundaria empecé a dudar de mi decisión. Ingeniera bioquímica, locutora de radio, comunicóloga, escritora, abogada, pedagoga, ingeniera informática, etc. No negaré que pensaba inclinarme hacia otras carreras, pero nada había más certero que mi pasión por la docencia.
Lo más fructífero que he de rescatar de la secundaria es que descubrí mi amor por la psicología, un poco por influencia paterna, algunos libros que me fascinaron, adentrarme en esa área cada vez más fue un hecho determinante en mi elección.
Yo estaba por entrar a la preparatoria y esa idea de ser docente no la abandoné, estaba un poco confundida, finalmente decidí presentar examen para ingresar a la Preparatoria Oficial Anexa a la Normal no..3 de Nezahualcóyotl.
En mi primer año de preparatoria, cuando empezábamos a trabajar en un proyecto de investigación acerca de profesiones posibles para nuestro futuro, en ese entonces, pensaba que quizá era algo apresurado preguntarle a un adolescente que querría hacer con el resto de su vida, y aunque en se momento tenía una idea abstracta acerca de ello, me era difícil pensar que tendría que elegir pronto.
Esta era una duda que me asediaba con frecuencia y también he de admitir que en ocasiones me arrepentía de no haber presentado examen en una preparatoria de la UNAM, pues predominaba mi inclinación por la psicología y dentro de esta preparatoria veía mis oportunidades de ingreso a la universidad como casi nulas.
No obstante, fui avanzando en mi proyecto de investigación, trace metas a mediano y largo plazo, soñaba y aspiraba hacer muchas cosas, a pesar de que seguía tambaleando entre dos carreras: Psicología y licenciatura en educación preescolar.
Ni las reformas ni la evidente desvalorización docente pudieron truncar mi sueño, al contrario, el hecho de ampliar mi preparación y favorecer una actualización continua me parecía un punto ideal para cumplir mi propósito.
Ya iba en tercer grado de preparatoria y aun no sentía que tuviera una idea clara, por lo que presenté examen para ingresar a Psicología en la FES Zaragoza y para la Normal 3.
En ambas me quedé.
Ha sido una de las decisiones más difíciles que he tomado. Al principio me inscribí en las dos escuelas. Estuve dos semanas en la FES Zaragoza pues planeaba modificar mis horarios y estudiar psicología en modalidad a distancia, al final no fue posible.
Me quedé con mi prioridad: Licenciatura en educación preescolar.
Mi decisión está fundada bajo diversos ideales y condiciones. Planeo estudiar psicología después de terminar la licenciatura en la Normal 3, principalmente por el rango de edad que está marcado en dicha institución.
En un principio estaba convencida de volver a realizar el examen y estudiar ambas licenciaturas, tenía apoyo de mis padres, ellos aceptaron a pesar de que actualmente tengo un hermano en el tercer año de Odontología en la UNAM, pero ahora he reflexionado más y tengo todavía demasiadas aspiraciones y proyectos que cumpliré en su debido tiempo.