el holocausto del imperio nazi
Dentro de ese contexto surge el período Nacionalsocialista o Nazi (1933-1945), fruto de la aletargada República de Weimar (1919-1933), etapa posterior a la Primera Guerra Mundial y que se caracterizó por la extrema crisis económica que debieron enfrentar los alemanes.
Esta crisis, expandida a toda Europa a causa del período conocido como La Gran Depresión Económica, que devastó a países ricos y pobres durante casi 10 años, provocó el nacimiento de distintas corrientes políticas orientadas hacia la valoración del nacionalismo, la protección de los bienes y el rechazo a todo tipo de política exterior, algo que exacerbó las diferencias, algunas milenarias, entre las distintas culturas y orígenes étnicos en el viejo mundo.
Así fue como en poco tiempo, España, Italia, Japón, Unión Soviética y en especial Alemania, abrazaron ideologías totalitaristas, impulsadas por carismáticos líderes que promovieron un control total por parte del Estado de todas las actividades y una escalada militar que terminaría enfrentándolos durante la Segunda Guerra Mundial.
Estos líderes promovieron todos los aspectos que fomentaran el orgullo de sus naciones, tanto políticos, como sociales, culturales y tecnológicos. Como parte de esta búsqueda de la excelencia nacional, también se fomentó el desarrollo arquitectónico de las ciudades capitales, para mostrar el predominio y grandeza de sus culturas, y como motor de la gran maquinaria de prensa que impulsaba a estos regímenes.
La Alemania Nazi desarrolló miles de avances tecnológicos, tanto a nivel militar como civil durante su permanencia en el poder. Pero algo que obsesionaba a Adolf Hitler era devolverle al recién nacido tercer imperio alemán (Tercer Reich), la imponencia arquitectónica que había tenido antes de la Primera Guerra Mundial y convertirla en una especie de Imperio Romano moderno.
Para lograr este objetivo, contrató al arquitecto Albert Speer, junto con quien idearon una nueva Metrópoli para el creciente imperio. Entre 1934 y 1943, Hitler y Speer desarrollaron un proyecto para convertir a Berlín en la futura capital de todas las conquistas alemanas.
Muchas de estas ideas llegaron a ser concretadas, como las modificaciones al Palacio de los Deportes, sede de los Juegos Olímpicos de 1936, el Campo Zeppelin para desfiles y reuniones militares, el pabellón en la feria mundial de Paris y varios edificios en otras ciudades.